Crisis energética - Camino hacia la energía P2P


La energía es el motor de nuestra economía. Una economía basada en el crecimiento que demanda de forma sistemática un mayor suministro energético. Durante el siglo XX, en especial durante la segunda mitad de siglo, el crecimiento económico fue de la mano del fácil acceso a las reservas de petróleo; una fuente de energía que para el nivel de demanda energética de aquel momento, parecía prácticamente inagotable.

La bonanza económica llevó, a partir de los años 50, a una explosión demográfica, a una aceleración económica y a un crecimiento en la demanda energética; el petróleo parecía la panacea, no sólo era un recurso energético, sino que sus derivados dieron origen a infinidad de nuevos materiales, comenzó su uso en la industria agroquímica, en la alimentaria, en la textil, en la farmaceútica,... y por encima de todo era la única fuente de energía que se podía almacenar fácilmente y transportar con relativa sencillez.

El problema es que las reservas no eran ilimitadas y mucho menos cuanto más crecía la demanda del oro negro. Ya en el siglo XXI nadie pone en duda que la explotación de los yacimientos y las reservas de petróleo aún disponibles, es cada vez más compleja y menos rentable. Desde hace décadas se estudian fuentes de energía alternativas, el problema es que el estudio y la explotación de estas fuentes es completamente dependiente del petróleo. Algunas alternativas son mejores que otras, solar frente a nuclear, eólica frente a térmica, pero ¿qué ocurre con los experimentos que se están realizando para intentar encontrar la siguiente panacea? Otra fuente de energía que se pueda almacenar de forma sencilla, que pueda utilizarse en los medios de transporte, que mantenga la economía y la sociedad del crecimiento. Desde mi punto de vista, hasta la fecha, los dos principales intentos de conseguir el dorado, de encontrar el sucesor del petróleo han sido:
La primera carrera resultó en una de las mayores crisis alimentarias de las últimas décadas (2007-2008) . Las malas cosechas debido al cambio climático, unidas a la creciente demanda de biocombustibles provocaron una subida en los precios de los alimentos básicos que tuvieron un impacto devastador en los países pobres, donde se produjeron disturbios en protesta por la subida de precios. La ONU ya ha avisado que este año 2013 se espera otra crisis alimentaria sin precedentes.

Insistir y ahondar en el cultivo extensivo destinado a los biocombustibles sólo agravará la crisis medioambiental y las desigualdades sociales en el mundo. Sin embargo el crecimiento de los biocombustibles de origen vegetal continua su carrera, en un mercado donde se juntan no sólo los intereses de los lobbies energéticos sino también los de las empresas dedicadas a la modificación genética.

La segunda carrera se está corriendo ahora. Prácticamente todos los países occidentales han aprobado leyes que permiten, en suelo patrio, la extracción por fracturación hidráulica para obtener petróleo o gas de yacimientos alternativos. La factura del fracking está aún por ver, pero lo más probable es que acreciente el problema de acceso a agua limpia en países en vías de desarrollo y genere un problema en la calidad del agua en los países desarrollados. El motivo es que la fracturación hidraúlica inyecta en el subsuelo, mediante agua y arena a presión, hasta 500 sustancias tóxicas, cancerígenas y mutagénicas que debido a la propia técnica de extracción corren el riesgo de filtrarse a los acuíferos además de generar una ingente cantidad de agua contaminada que la industria asegura puede filtrar y entregar de nuevo a la red para el consumo humano. Además de generar un problema en el acceso al agua, el impacto medioambiental del fracking promete ser elevadísimo, lo que unido a sus altos costes de extracción sitúa esta técnica como una de las menos rentables del mercado, con la única ventaja de conseguir un producto de características similares al petróleo, es decir un producto que se puede vender como el sustituto del petróleo y que promete mantener la economía del crecimiento, la huida hacia adelante en que la sociedad parece estar inmersa.

Las guerras líquidas son ya una realidad, los contendientes van tomando posiciones y configurando el mapa geopolítico de la producción energética mundial, unido al control del agua.

La energía mueve el mundo y el agua lo alimenta, por lo que es fácil pensar que las luchas por el control de estos dos factores determinará nuestro futuro. 

¿Tenemos alguna opción de tomar las riendas e intentar desligar nuestro destino del de las guerras líquidas? Sí, pero pasa por un cambio en nuestra forma de vida, en nuestra forma de relacionarlos con nuestro hábitat, con la madre Tierra, con nuestra comunidad. Hemos de volver a la senda de la sostenibilidad y para ello en términos energéticos es necesario guiarnos por los siguientes parámetros:
  1. Eficiencia: La energía más barata es la energía no consumida. La eficiencia energética debe ser el referente en la normativa de generación y consumo energético, acompañado de técnicas de estrategias pasivas.
  2. Autoproducción: Las necesidades energéticas básicas deben cubrirse con generación propia, utilizando energías renovables adaptadas al hábitat de cada unidad de consumo.
  3. Localización: Las pérdidas de energía en las redes de transmisión y distribución mundiales se estiman entre el 7 y el 15% de la energía generada. Parte de las pérdidas tienen origen técnico (lineas de transmisión, factores de potencia, …) y parte derivan de accidentes, fraudes o temas administrativos. Las grandes redes de distribución nacionales son un lastre del pasado. La centralización lleva inherente altos costes de mantenimiento y niveles de eficiencia muy bajos. La generación eléctrica debe tener su origen cerca de las fuentes de consumo para evitar su transporte, con las pérdidas y costes energéticos que el propio transporte y distribución conllevan. 
  4. Independencia: El suministro energético actual depende de los Gobiernos y de las grandes compañías eléctricas. Dentro de la economía familiar la hipoteca energética consume al menos un 20% de los recursos disponibles. Debido a la escasez energética a la que nos enfrentamos, estos recursos cada vez serán mayores, ya que el precio de la energía tenderá a incrementar en el futuro. La normativa que aplica a la generación y consumo de la energía será a su vez más restrictiva, por lo que conseguir soberanía energética garantizará nuestra independencia económica y por ende libertad para poder decidir sobre nuestra forma de vida. 
Estas cuatro máximas llevan a pensar que la mejor estrategia para la producción y abastecimiento de energía es una red distribuida, resiliente, en la que los productores sean los propios consumidores. Una red de energía P2P. 

Energía P2P



La energía del futuro debe ser una energía limpia, producida y consumida en red. Cada núcleo de consumo será un nodo de producción cuyo alcance estará delimitado por la comunidad a la que dicho nodo pertenezca. En ocasiones los nodos serán familiares, en otros abarcarán comunidades rurales, en otros serán edificios y en otros barrios urbanos. Cada uno de estos nodos debe analizar sus necesidades energéticas y dimensionar su producción, adaptando la generación al hábitat que le rodea para poder producir energía renovable con el menor impacto medioambiental posible. 

La mayor parte de la energía será consumida en el momento de la generación, pero se almacenará siempre un porcentaje o el excedente para garantizar el suministro durante los valles (ya sea por los ciclos naturales de las renovables o por picos en la demanda) al resto de la red.

La filosofía P2P aplicada al ciclo de vida de la energía aporta las mismas ventajas que cualquier red P2P

  1. Robustez: Las redes peer-to-peer son redes distribuidas que incrementan la robustez en caso de fallos en cualquiera de los nodos. En el caso de una red P2P de energía, cada uno de los nodos es un centro de producción, por lo que la red eléctrica P2P se abastece desde distintos puntos, incrementándose la redundancia en la generación, la tolerancia a fallos y la disponibilidad de energía. De la misma forma el almacenamiento de la energía es distribuido y toda la red puede acceder a múltiples fuentes de energía almacenada siguiendo los criterios de acceso establecidos dentro de la propia red. 
  2. Descentralización. Estas redes por definición son descentralizadas y todos los nodos son iguales. No existen nodos con funciones especiales, y por tanto ningún nodo es imprescindible para el funcionamiento de la red. Los costes están repartidos entre los usuarios siendo el recurso compartido la energía. La unión de varios usuarios en autoproducción de energía abarata la inversión y los costes de instalación ya que cada nodo tiene acceso a la energía producida por otros nodos y se beneficia de la escala de producción así como de las diferentes franjas horarias de picos y valles en la demanda y producción energética de cada nodo. Estas redes P2P de energía sustituirán a las redes de distribución nacionales o al menos se convertirán en una alternativa factible para grupos de consumo energético o comunidades autosuficientes. 
  3. Independencia: Una red P2P de energía asegura la independencia de suministro de las compañías eléctricas, lo que supone eliminar la hipoteca energética en la economía personal o comunitaria y garantiza la autonomía frente a subidas, normativa, limitación o cualquier regulación gubernamental sobre el acceso público a la energía, algo que cada vez será más común conforme la escasez energética se acentúe a lo largo de los próximos años. 

Una red de energía P2P es una red resiliente que permitirá a las comunidades que apuesten por este tipo de instalaciones mantener su calidad de vida al margen de factores externos que de otra forma afectarían de forma negativa a su funcionamiento.

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