Visitar las montañas de Catskill en invierno, una reserva natural a dos horas de Manhattan, fue toda una revelación para Aidan Dwyer, un niño de 13 años con inquietudes científicas. Ver miles de ramas desnudas sobre su cabeza le hizo pensar y acabar descubriendo un patrón en su disposición, sólo aparentemente caótica. ¿El lugar que ocupan las ramas, su inclinación exacta permite al árbol absorber más luz del sol?, se preguntó. Y llegó a la conclusión de que así era, probándolo con un árbol que fabricó con tubos de PVC como tronco y ramas, al que añadió paneles de energía fotovoltáica que hacían la función de hojas. Así fue como el joven naturalista inventó un árbol artificial que podía generar hasta hasta un 50 por ciento más de energía con respecto a un prototipo que disponía los mismos paneles de forma tradicional, es decir, sobre una superficie plana.
El invento del pequeño se ha basado en la secuencia de Fibonacci de un roble. Para lograrlo, primero aplicó este modelo matemático -sucesión de números que suma los dos anteriores: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, continuando hasta el infinito, con aplicaciones científicas y observada en la naturaleza, como en las ramas de los árboles- a las ramas de aquel árbol, midiendo los ángulos de sus ramas y comprobando que crecían siguiendo esta secuencia.
A partir de aquí, con el fin de probar su hipótesis, que sostiene que los árboles absorben así más luz, comprobó cómo esta distribución de las ramas evita que las hojas se hagan sombra y, a diferencia de un panel solar plano, no necesita ser redireccionado siguiendo la posición del sol, y permite absorber la luz cuando el astro rey se encuentra bajo en el cielo.
Todos estos descubrimientos quedan recogidos en su ensayo El secreto de la Secuencia de Fibonacci en los árboles, que este año le valió un premio en el neoyorkino Museo Americano de Historia Natural. Entre otras muchas cosas, Aidan escribió:
Recopilar más la luz solar es la diferencia entre la vida y la muerte para el árbol. Y, en cuanto a los seres humanos, podemos beneficiarnos de este sistema, especialmente en los espacios urbanos donde la luz solar es escasa. (Traducción libre)
En cuanto a su aplicación práctica, la cosa está que arde. El árbol fotovoltáico que ha creado ha llamado la atención de numerosas empresas interesadas en su mayor rendimiento, que no dejan de hacer sonar su teléfono.
Al margen de la más que probable explotación de su árbol, para el que ya ha solicitado una patente, por su parte, el talentoso de Aidan sigue soñando y mirando hacia arriba, en busca de nuevas ideas que mejoren su inventazo. En concreto, pretende aplicar las secuencias de Fibonacci a diferentes árboles para ver si encuentra especies aún más eficientes en la disposición de sus ramas.
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